Retrospectiva.-


De los muchos futuros con que lleno mis manos
hay alguno escondido entre mis dedos que ya
no reconozco.
Una vez que la piel se ha corcovado
derrotando al ingenio,
sorprende verse de nuevo ocupado
en proyectos de cierta en-verga-dura.
De los muchos presentes con los que ahora vivo
solo uno camina en mi misma dirección
acompasado
Es inútil creer que entre las sombras nos hemos
conocido, buscando algún camino que nos haga
abandonar la niebla.
De los muchos pasados que he pasado en la vida
ninguno me ha llevado hasta tus muslos
ni hasta tu piel, ni al alba.
Mi derrota se agrupa por los valles calmados
desde donde todos los muertos me contemplan
como si ya supieran que el destino
no acierta a dibujarse
en tu mirada.
De los muchos futuros,
de los muchos presentes,
de los muchos pasados,
solo en uno puedo en silencio no vivirme.

Daños colaterales.-


Era doce de septiembre, un atardecer templado dentro de un coche azul que te llevaba al norte, no se muy bien a que ciudad, a que puerto, a que lugar.
Sostuve mi sombrero mientras te hacia señales despidiéndote. Me había rasurado para que mi último beso no ardiera en tus mejillas.
Mi corazón temblaba, pero nadie lo supo. Vi alejarse despacio, por la avenida, tu rostro vuelto sobre el cristal trasero, tus ojos me dijeron; hasta siempre, y en esa sensación de vacío y sorpresa, me quedé unos minutos sin saber todavía a que atenerme. Resbalaron mis dedos unos sobre los otros buscando en mi bolsillo algún cigarro. Lo encendí muy despacio, como si fuese el último deseo de un fusilado. El humo hizo volutas con formas y señales que nadie comprendía.
Pensé que había perdido otro sueño, otra necesidad. Me fui hasta el taxi, y entonces me di cuenta que era mucho mas grave, lo había perdido todo.

Era una habitación cuadrada, en las ventanas unos visillos blancos sin encajes, ocultaban el verde pastizal donde las vacas, pacían placidamente. Al fondo una chimenea iluminaba apenas la creciente oscuridad. Maria estaba delante de ella sentada en una mecedora en movimiento. Sus ojos parecían no mirar nada pero seguían posados en la fotografía que descansaba en la mesita redonda de la sala.
Era el retrato de un hombre entrado en la calvicie y en los años. Parecía más mayor de lo que era. Llevaba puesta una levita que se antojaba como de marino, con botones anclados a ambos lados, que resultaban brillantes a pesar de los tonos sepia del retrato.
A Maria se le escaparon unas lágrimas que sus labios supieron retener en el último instante y su sabor salado solo sirvió para hacer acrecentarse más su soledad.

Sujetaba el periódico con la mano temblona, mientras en la estación de ferrocarril los altavoces anunciaban la salida del próximo tren. Entre las páginas de sucesos había encontrado uno que llamó su atención.
Sonaba una canción en su cabeza, que no quería recordar. Se sentó en el andén con la mente en blanco, pasaron unos minutos, hasta que en un ataque de cordura se arrojó sobre el tren de cercanías de las 4 y 10.

Habían pasado solo tres años desde que los barrotes de la celda se cerraron, ocultándole el mundo exterior. Quedaban cabos sueltos que nunca se llegarían a resolver, pero nada importaba ya, porque su suerte estaba echada.
Cada mañana el sonido de una sirena lo volvía a la realidad, el paseo, el comedor, la ducha helada, el olor a humedad, las horas muertas. Sus recuerdos aun no estaban borrados, pero si mas borrosos cada vez.
Sonó la cancela de la puerta metálica, un hombre pequeñito vestido con librea y alza-cuellos se acercó hasta su catre….lo miró con sorpresa y con desidia, no lo dejó que hablará, aunque sabía con certeza que nunca más lo volvería a ver.

Por primera vez sus ojos se cruzaron con los del hombre enjuto y pestilente, que se abrochaba la cremallera del pantalón mientras la miraba con desprecio. Intentó arrodillarse pero las piernas le temblaban igual que el corazón.
–         Por piedad¡ (le decía) Déjeme de una vez.¡
El hombre sonriendo con desgana, le mostró que a su boca le faltaban dos dientes, balbuceo sin fuerza entre silbando una frase cortante que fue los último que oyó.
–         Cállate  zorra¡
Ella miró hacia abajo, por sus muslos colgaba un hilillo de sangre, se detuvo un instante sin querer ver ya más.
El sacó una navaja del bolsillo interior de su chaqueta vieja y desgastada, amanecía y la luna todavía se apreciaba en el cielo grisáceo, casi azul.

El mañana es hoy.- (José Emilio Pacheco)


Jose Emilio Pacheco copiar

                       La perra infecta, la sarnosa poesía,
                         risible variedad de la neurosis,
                         precio que algunos pagan
                          por no saber vivir.
                        La dulce eterna luminosa poesía.
                               José Emilio Pacheco.-

El poeta mejicano, José Emilio Pacheco, nacido en 1939, desde muy joven comenzó a ser reconocido como una de las voces más importantes y para mi gusto saludable de todo el continente Americano y por ende de la lengua española.

Su lucidez, su templanza a la hora de ajustar verdad y poesía en un solo rito, establece una formula tremenda, que no tremendista, de eficacia comunicativa, de transmisión de pensamientos y de ideas. Casi todas ellas imponiendo una relevancia absoluta hacia la muerte, el tiempo y su paso, la razón y si me apuran la verdad; no su verdad. Sino la verdad con mayúscula, nunca exenta de una cierta carga de justicia social.

“Sólo hay este presente
no existen el mañana ni el pasado.
Pero seguramente,
no estaré ya a tu lado
en otro tiempo que nació arrasado.”

………………………….

“No volveremos nunca
a tener en las manos el instante”

………………………..

“El oscuro reflejo del ayer
que zozobra en tu mirada
es el oblicuo espejo
que bifurca la nada.”

De su libro “No me preguntes como pasa el tiempo” escrito entre 1964 y 1968 pueden extraerse todas las certezas de un poeta que dispara directamente al corazón. De hecho su poema “Alta Traición” perteneciente al mismo, debería encontrarse en todas y cada una de las antologías de la lengua española.

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad desecha,
gris y monstruosa
varias figuras de su historia,
montañas
-Y tres o cuatro ríos.

Son destacables muchos, sino todos los poemas de este libro, que cuando cayó en mis manos casi veinte años después de ser escrito, me pareció insólito, sobre todo por su enorme vigencia aun a pesar del paso del tiempo. Y valgan como ejemplo estos versos pertenecientes a su poema “conversación romana” y fechado en 1967.

……Tanta grandeza avasallada. Cargan
los coches contra seres y ciudades.
Centurias y falanges y legiones
proyectiles o féretros: chatarra
ruinas en la ruindad de la basura,
desechos en las calles sin memoria:
plásticos y botellas y hojalatas.
Circulo del consumo: la abundancia
se mide en el raudal de sus escombros

 Preguntado en cierta ocasión con motivo de la entrega de unos premios de los que él fue receptor por

– Quien es el poeta? (Responde)

– El poeta es alguien muy diferente de la persona. Solo se es poeta (y eso en muy pocas veces en la vida) cuando se escribe un poema. A estas alturas, todavía no sé quien habla en los versos. Esa voz no tiene nada que ver con la voz de la persona común y corriente que vive una existencia como todas las demás.

 – Que puede hacer la poesía en el mundo actual?
– Por desgracia la poesía no puede cambiar el mundo. Por su parte el mundo cambia una y otra vez a la poesía

 – Se puede prender fuego al desastre?
– Sólo en la imaginación sólo en la pagina. El desastre se nos impone de la manera más aterradora, no acabamos de lamentar lo ocurrido en Nueva Orleáns cuando el ciclón arrasa el sur de México. Nos estamos doliendo del Tsunami y sucede el cataclismo en Oriente Medio. Ante todo ello ¿Qué puede hacer un poema?

 Aunque él haga diferir al poeta de la persona (reflexión que por otra parte me parece muy acertada), no es su caso y esa misma lucidez con la que afronta la vida de los hombres y del planeta es la que en muchas ocasiones le hemos visto transcribir en sus versos dando la razón a Benedetti, que decía con acierto que la poesía de Pacheco: “dialoga con la porción mas veraz, mas cuestionadora y por fortuna mas humana de nosotros mismos”.

 A los veinte años nos dijeron:
“Hay que sacrificarse por el mañana”.
Y ofrendamos la vida en el altar
del dios que nunca llega.
Me gustaría reunirme alguna vez
con los viejos maestros de ese entonces.
Tendrían que aclararme si de verdad;
todo este horror de ahora era el mañana
                                           (El mañana)  /Como a Lluvia 2001-08/

Entre 1975 y 1978, escribió el poemario “Desde Entonces” incluyendo poemas como este, que lleva por titulo: “Jardín de niños”

Si nada sobra, nada falta: hay comida
tienes un lecho, ropa limpia
cuadernos de dibujo, libros, juguetes.
Por un azar incomprensible te tocó en suerte nacer
del otro lado de la muralla, en los márgenes.
Pero de cualquier modo no te moja la lluvia
no sufres hambre,
cuando te enfermas hay un medico,
eres querido
y te esperaron en el mundo.
Son muchos
los privilegios que te cercan y das
por descontados.
Sería imposible
pensar que otros no los tienen.
Y un día
te sale al paso la miseria
La observas
y no puedes creer que existan niños
sin pan, sin ropa, sin cuadernos, sin padre.
Te vuelves y preguntas por qué hay pobres
Descubres
que está mal hecho el mundo.

El mundo debería estar unido a la poesía de José Emilio Pacheco y en este necesario intercambio entre los poetas de mas allá del Atlántico y los propios, acentuar de alguna forma el conocimiento de los como decía el mismo más de 200 nombres indispensables de la poesía del continente americano.

“Garabato”

                   Escribir
es vivir
en cierto modo.
Y sin embargo, todo
en su pena infinita
nos conduce a intuir
que la vida jamás estará escrita

“Contra los recitales”                 

                  Si leo mis poemas en público
le quito el único sentido a la poesía:
Hacer que mis palabras sean tu voz
por un instante al menos.

“Remembranza”

                 En el bar entre dos amargas copas hacíamos planes
para un futuro condenado a la inexistencia.
Se elevaba del piano una canción,
que es todo lo que resta de aquel momento

de (Irás y no volverás)

Con posterioridad volverá Pacheco en su incesante búsqueda por algunos de estos lugares conocidos, pero entre tanto ira haciendo tiempo con publicaciones no menos asombrosas y extraordinarias como su magnifico desglose en la Elegía a Méjico, tras una estancia Canadiense que lo mantuvo alejado de su patria, y aún le hizo ver con mas claridad su infinito amor a ese país y como no a su ruina.
todo ello recogido en las paginas de «Miro la Tierra» 1984-1986.

Mas tarde en su afán de búsqueda de nuevo caminos, de nuevas piruetas para establecer no ya su estilo, marcado a fuego desde mucho antes se sacó del sombrero astucias como Después. Parte fundamentativa de su poemario de 1993-1998 «La arena errante»

«Ya ocurrió o todavía no ha pasado. Se acerca a grandes pasos otra inminencia.
los ojos que han visto desastres y milagros no se hallan en condiciones de observarla.
Cruza el silencio, inadvertida. Después resentiremos las consecuencias.»

(Después)

Luego como ya dije llegará de nuevo a su verso con patina de fuego, devorándolo todo con la desdicha a veces dicha del paso de los años, de la luz misma, del dolor de los hombres, del ego mayúsculo con el que estos se creen algo superior y perpetuo. Los versos a que me refiero y que dan cuenta de ello están dentro del libro  «Como la lluvia» 2001-2008

Al nacer ocupamos el sitio de alguien
y no damos las gracias a quien se ausenta
para legarnos su inestable espacio
no sabemos ni como ni quien fue
el ser desconocido en donde estuvo.
Consideramos algo natural
la extrañeza del mundo, su misterio
El castigo y alivio de ser mortales,
El terrible milagro de estar vivos.
                                        (La Extrañeza)

No tiene fin la oscuridad.
No tiene
la sal del mar un día de consuelo
Pero en cambio la dicha que hoy nos cubre
tiene los días contados.

(Tener y no tener)

La mayoría de edad
no se alcanza por la fecha de nacimiento
ni consta en los archivos oficiales
Nos graduamos de adultos nada más
cuando alguien nos deja
En plena juventud llega de pronto
el sabor de la muerte.

( La mayoría de edad)

Mucho más aún se podría hablar de la obra de este poeta, llena de recovecos que nos llevan a todos nuestros lugares conocidos, a todas nuestras verdades, queramos o no ignorarlas. Un sin fin de belleza cargada de razones, iluminadas por el tiempo.

Para nosotros solo existe el después.
el instante se va,
se fue
y nada pudo asirlo.
Todo es jamás para siempre.

José Emilio Pacheco.-

Morirás lejos.-        (Añadido el 2 de febrero de 2014)

Me entero hoy de puro casual, del fallecimiento del magistral poeta mejicano, Don José Emilio Pacheco. No podía dar crédito a que una noticia como esta, me hubiese pasado inadvertida, y sobre todo que los medios de comunicación de masas, tan siquiera se hicieran eco de la misma, con tanta memez y manipulación con las que arremeten cada día. Pero es lo que tiene pasar a convertirse en miembro del honorable club de los poetas muertos. Todos empiezan a olvidarte.

Y mas en una sociedad como está en la que un poeta carece de relevancia si lo comparamos con cualquier deportista o incluso peor, con cualquier “personajucho” de esos que nos colocan a cada rato para llenar la pantalla, infravalorandonos e idiotizandonos.

En verdad es deprimente, pero en el mundo se han instaurado paréntesis para acentuar lo chabacano, lo cutre, lo soez, todo aquello que nunca hará pensar a nadie.

Y en cambio un ilustre, e ilustrativo poseedor del secreto de la palabra, un poeta revelador y desvelador de secretos y paradigmas, de verdades ocultas en la maleza y la desesperanza, tan brillante, tan premiado no fuese objeto ni del mas mínimo comentario.

Me despido de él con sus mismas palabras. Ya que como el mismo escribió: Si leo mis poemas en publico le quito el único sentido a la poesía, hacer que mis palabras sean vuestra voz por un instante al menos.:


No lo merezco, no, ni me resigno

Y me pregunto por qué me han hecho esto las personas

Que fueron para mi lo que llamamos nuestra vida

Con su ausencia me exponen al ridículo

De repetir por siempre el estribillo:

Donde están? Que se hicieron?

José Emilio Pacheco.

Ya nunca mas, ya nunca, escribirá un poema y yo podré leerlo. Adiós para siempre Sr. Pacheco. Cuanto me habría gustado conocerlo.